Una variedad de viña, Vitis vinifera, es la que produce prácticamente todo el vino que se bebe hoy en día en cualquier parte del mundo, y según se cree tuvo su origen en Transcaucasia (hoy Georgia y Armenia). La prueba más antigua del cultivo de Vitis vinifera se remonta al 4.000 A.C., en la antigua Mesopotamia (hoy Egipto y Siria), donde un ánfora con una mancha de vino que fue encontrada en Irán ha sido datada en el año 3500 a.C. La vinicultura llegó pues a Europa a través de Egipto, Grecia y España.
El vino tuvo una gran importancia para las civilizaciones romana y griega. Los griegos introdujeron las viñas y produjeron vino en sus colonias al sur de Italia, y más tarde los romanos practicaron la viticultura (la ciencia de cultivar viñas para la producción de vino) en todo su imperio. El comienzo de la viticultura francesa es un tema controvertido; las evidencias existentes sugieren que los colonizadores griegos de Massalia (Marsella) fueron los que introdujeron el vino en el país, aunque hay quienes creen que la viticultura celta (sobre la que no existe evidencia o registro alguno, aparte de unas pepitas de parra silvestre) fue anterior a la de los griegos. Durante el periodo del imperio romano, Galia (Francia) pasó a ser una fuente tan abundante de vino que se crearon leyes para proteger la producción de Italia.
Tras la caída del Imperio romano, y con el dominio de sus territorios por las tribus germánicas, la producción de vino se redujo considerablemente. Pasó a ser, en algunos casos, una actividad exclusivamente monástica, dado que, cualesquiera que fueran las circunstancias, el vino fue siempre importante en los sacramentos cristianos. Entre los siglos XII y XVI, sin embargo, la producción de vino se generalizó nuevamente, y fue la principal fuente de exportación de Francia durante casi todo este periodo. Durante el siglo XVII se desarrolló la botella que contendría el vino, y resurgió la utilización del corcho (olvidado desde la época romana); lo que hizo posible el almacenamiento del vino. Gran parte de los que hoy son los mejores viñedos de Burdeos comenzaron a ser desarrollados por sus aristocráticos propietarios, a finales del siglo XVII y principios del XVIII; el champaña espumoso se produjo entonces por vez primera; los británicos desarrollaron mientras tanto los viñedos del valle del Duero (Portugal). En el siglo XVIII comenzó la moderna comercialización del vino español: junto al éxito del fino andalúz se produjo la propagación de los vinos catalanes de alta graduación.
La producción de vino había comenzado también fuera de Europa: la viticultura de Chile se remonta al siglo XVI, la surafricana al siglo XVII, la estadounidense al siglo XVIII y la australiana al XIX. Desde 1863, la viticultura europea fue prácticamente devastada por la filoxera (conocida como Phylloxera vastatrix, y hoy en día como Dactylasphaera vitifoliae), que mata las viñas atacando directamente a sus raíces. La plaga se originó en América, y fue en allí donde finalmente se encontró la solución: el injerto sobre raíces nativas americanas, que eran resistentes a la filoxera, de variedades europeas de Vitis vinifera (a partir de 1880).
En la primera mitad del siglo XX, la viticultura y la producción de vino se vió afectada por los conflictos políticos bélicos, y sufrieron la lacra de la adulteración, la sobreproducción y el fraude. El sistema de control francés, appellation contrôlée, creado en la década de 1930, fue una eficaz respuesta y muy imitada a este tipo de dificultades y abusos, aunque la sobreproducción, hoy en día, continúa siendo un importante problema en Europa. La segunda mitad del siglo XX fue notable por los avances técnicos, tanto en el área de la viticultura como en la de la vinicultura, así como por la incesante globalización de la producción del vino. En ningún otro momento de la historia mundial se ha producido tanto vino, y de tan atractiva calidad.